Sohbet 30: "La Montaña"

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  Hablaré con el jardín Hablaré con el que se fue Todos quieren mi montaña Todos quieren mi montaña De la mitad de las sombras La mitad partida, siempre Solo quedan las alturas Solo quedan las alturas Trepen a los techos, ya llega la aurora Trepen a los techos, ya llega la aurora Andaré por el corral Donde no hay cautivos ya Pagarán por mi montaña Pagarán por mi montaña Comeré lo que comer Dormiré y me afeitaré La montaña es la montaña La montaña es la montaña Trepen a los techos, ya llega la aurora Trepen a los techos, ya llega la aurora Introducción: «La montaña» es una canción incluida en su álbum solista Pelusón of milk editado en 1991. Interpretación: De la mitad de las sombras La mitad partida, siempre El tema comienza con la dualidad. Entre “el jardín” y “el que se fue” . Rumi decía: “Como una sombra, soy y no soy." "Tú eres una sombra: ¡aniquílate en los rayos del Sol! ¿Cuánto tiempo seguirás contemplando tu sombra? ¡Contempla también Su luz!” Hablar con el Jardín...

Sohbet 29: "A Starosta, el idiota"




Bocas del aire del mar
beban la sal de esta luz
para sí
Ya coman en la eternidad
Algo se va a ahogar
Es este ardor
Y es esta la fiebre
Del que espera,
Frente al despertar
Vámonos de aquí
No llores más ya no tengas frío
No creas que ya no hay más tinieblas
Tan solo debes comprenderla
Es como la luz en primavera
Es como la luz en primavera
Altas mareas del sol
Llenen sus bocas con él
El idiota
Ya nada puedo hacer por él
Él se quemará
Mirando al sol
Y es esta la historia
Del que espera
Para despertar
Vámonos de aquí!!!



Introducción:


"A Starosta, el idiota"  integra -track 8-  el disco Artaud.

Luis Alberto Spinetta: guitarra acústica, bajo, piano y voz.

“Starosta no es nadie y a la vez somos todos... Imaginate que Spinetta se parece bastante a Starosta... como si fuera un Spinetta exagerado que termina siendo idiota. En la canción le hablo a esa parte idiota que tengo: "no llores más, ya no tengas frío, / no creas que ya no hay más tinieblas".
Luis Alberto Spinetta (Berti, Eduardo (1988). Spinetta: crónica e iluminaciones. Buenos Aires: Editora AC. p. 45)


“Quien lo haya leído (a Artaud) no puede evadirse de una cuota de desesperación. Para él la respuesta del hombre es la locura; para Lennon es el amor. Yo creo más en el encuentro de la perfección y la felicidad a través de la supresión del dolor que mediante la locura y el sufrimiento. Creo que sólo si nos preocupamos por sanear el alma vamos a evitar distorsiones sociales y comportamientos fascistas, doctrinas injustas y totalitarismos, políticas absurdas y guerras deplorables. La única forma de hacer subir el peso es con amor.” Luis Alberto Spinetta (Berti, Eduardo (1988). Spinetta: crónica e iluminaciones. Buenos Aires: Editora AC. p. 44)


Interpretación:


Stárosta es un título que ha designado una posición de liderazgo en varios contextos durante la mayor parte la historia eslava. Puede ser traducido como "sénior" o "anciano", por la raíz eslava star-, "viejo".

Entonces Starosta es análoga a la palabra Sheij, árabe: شيخ ([shayj o sheyj] ‘anciano’) es un título de origen árabe aplicado a líderes religiosos o políticos a nivel local, etimológicamente comparable al arquetipo de viejo sabio.

En términos generales, un shayj o sheyj (femenino shayja o sheyja) es una persona respetada a causa de su edad o sus conocimientos. En el Islam con frecuencia designa genéricamente a los hombres versados en religión (como alfaquíes, ulemas, muftis, etc.). En una cofradía sufí el shaij es el maestro espiritual. Los árabes cristianos también suelen usarlo del mismo modo.

En Argelia una shayja o sheyja es una maestra en ciertas formas de canto. La más conocida fuera de sus fronteras es Cheikha Remitti.

Con mucha frecuencia se usa el título como mero tratamiento de cortesía dirigido a personas mayores. Sin embargo, su uso es delicado ya que en determinados contextos puede utilizarse para hacer ver a alguien que es o parece un viejo.

Luis comentó: “Starosta no es nadie y a la vez somos todos”.

Esta canción nos habla de nuestra responsabilidad de ser nuestra propia guía, si bien en el camino del sufismo necesitamos un maestro o una maestra, las acciones, nuestro crecimiento depende de uno mismo o de una misma, pero esta razón podríamos definir al sufismo como la ciencia de la lucha contra el ego.

Para esta “lucha” Rumi nos enseñó una técnica que incluye tres elementos que trascienden las barreras de la comunicación humana: la música, la poesía y el recuerdo. La combinación de estos tres aspectos tiene lugar en la ceremonia de la danza giratoria (Sema).

Mediante la Sema el sufí llega al conocimiento de la Verdad, lucha contra su ego y abraza la perfección. Cuando regresa de su viaje espiritual, lo hace como alguien que aspira a servir con amor y entrega a toda la creación.

“Yo creo más en el encuentro de la perfección y la felicidad a través de la supresión del dolor que mediante la locura y el sufrimiento.” (Spinetta)


Es este ardor
Y es esta la fiebre
Del que espera,
Frente al despertar



“Las personas de este mundo son como las tres mariposas frente a la llama de una vela.
La primera se acercó y dijo: Yo sé de amor.
La segunda tocó ligeramente la llama con sus alas y dijo
Sé cómo puede arder el fuego del amor.
El tercero se lanzó al corazón de la llama y se consumió.
El único que sabe lo que es el verdadero amor.”
Rumi

No llores más ya no tengas frío
No creas que ya no hay más tinieblas

Tan solo debes comprenderla


Seguir un camino espiritual no implica que todo se volverá sencillo. Dice un dicho islámico que las personas que más pruebas o dificultades han sufrido fueron los profetas.

beban la sal de esta luz

Como indica el hermano Abdul Wakil Cicco “Te hacés derviche y el mundo en seguida se pone en tu contra. Tus padres no te entienden, tus amigos no te entienden, tus hijos no te entienden. ¿El trabajo? Trabajás lo justo y necesario. El mundo ve cómo le das la espalda y lo abandonás. Es natural que se sienta herido.”


El idiota
Ya nada puedo hacer por él
Él se quemará
Mirando al sol


A pesar de que todas las luces emanan de la Luz Divina
No llames a todas estas luces "La Luz de Dios";
Es la luz Eterna la Luz de Dios,
La luz efímera es un atributo del cuerpo y de la carne ...

Halil Bárcena ha realizado un escrito muy interesante llamado “Despertar del sueño, la tarea sufi”.


“La senda del tasawwuf o sufismo islámico ha mostrado durante siglos la tarea, ardua tarea, dolorosa a veces incluso, del despertar. Afirma el profeta Muhammad en uno de sus hadices o aforismos sapienciales más conocidos y caros a los sufíes: “El hombre vive dormido, en un sueño del que sólo despierta cuando muere”. Morir significa aquí (al menos ese es uno de los sentidos posibles) adquirir consciencia de la propia nada ontológica. Quien se vive a sí mismo como nada lo vive a Él (Hû en árabe), nombre divino esencial, según la espiritualidad sufí, como todo. Al mismo tiempo, morir a sí mismo implica ser consciente, primero, y encarnar, después, la corriente cósmica, valga la expresión, que recorre nuestro cuerpo. Es lo que los maestros sufíes de la tarîqa naqshabandiyya (Ahmad Sirhindí o Shâh Walîyyul·lâh de Delhi, entre otros), nacida en el corazón de Asia central, describieron en sus prolijas exposiciones a propósito de los latâ’if o centros sutiles del organismo, que constituye toda una verdadera fisiología sutil del ser humano.


Bocas del aire del mar
beban la sal de esta luz
para sí
Ya coman en la eternidad
Algo se va a ahogar


Abrirse a dicha corriente cósmica, sintonizarse con el universo, digámoslo así, comporta una cierta imprevisibilidad, más allá de todo convencionalismo o forma imperante de pensar. Se trata del lado más desconcertante (¡y loco!) del sufismo, el que se vislumbra cuando la persona transita por derroteros jamás antes vistos, y que, justamente por eso mismo, requiere de la máxima cordura por parte del adepto o murîd. He ahí una de las máximas paradojas de la senda interior. Pero, volviendo a la tarea del sufismo, una de sus mayores preocupaciones ha sido implementar en el mundo impulsos para invertir las formas habituales (y tan precarias) de pensar y ver las cosas. Y esto los sufíes lo han llevado a cabo de forma abierta o bien desde el más anónimo de los anonimatos, según las necesidades y conveniencias de cada momento. “


A Starosta, el idiota es el resumen perfecto de la seda sufi.


Es el camino de la autoeducación.

Todo es adab:

“Kul·lu-t-tasawwuf adab, todo el sufismo es adab, reza en árabe un viejo adagio sufí. Todo el sufismo es cortesía, delicadeza, educación. Hay un adab para cada cosa y cada momento; un adab para cada acción. Para el sufí, un acto sin adab es en balde. Hay un adab para el ney, la flauta derviche de caña; un adab para el saludo, un adab del silencio, un adab del vestir, un adab para entrar y sentarse en el círculo derviche (halqa); hay un adab, en definitiva, para todo el ser, estar y hacer del ser humano. Todo el sufismo es adab, pero es, justamente, el adab lo único que, como la humildad, no se puede enseñar (ni aprender), pues el adab, como la humildad (o la generosidad), es maestro de sí mismo: se aprende practicándolo. He ahí la dificultad del sufismo, más aún para nuestros contemporáneos occidentales, anémicos por lo que hace a la educación y las buenas maneras. He ahí la dificultad del sufismo, para un mundo moderno tan poco caballeresco y caballeroso, pues eso es también el adab, caballerosidad o nobleza del alma, característica de la futuwwa, la caballería espiritual sufí. Todo el sufismo es adab; el resto son cuentos, formas cultas, espirituales, alternativas, guays (como dicen algunos, para quienes lo espiritual es un continente perdido) de perder el tiempo. Adab, yâ Hû (Edep, yâ Hû en turco), exclaman los derviches mevlevíes. Y es que nadie mejor que los discípulos y amantes de la senda trazada por Mawlânâ Rûmî (m. 1273) han cultivado la educación espiritual, la sensibilidad, las buenas maneras, en una palabra, el adab. “ Halil Bárcena.


beban la sal de esta luz
Es como la luz en primavera
Es este ardor
Y es esta la fiebre

ya no tengas frío


"El camino sufí no es una elección excluyente entre luz y fuego: la luz del conocimiento y el fuego del amor"

El sufismo nos viene a recordar de qué manera tan perniciosa está impregnada nuestra cultura –y por tanto también nuestras conciencias- de falsos y perversos dualismos. Pensemos, por ejemplo, en el dualismo que escinde la mente del cuerpo, la acción de la meditación, el amor del conocimiento. Una de las grandes aportaciones del sufismo es que habla con un lenguaje integrador y unicista, no dualista. Habla desde la experiencia en la que no hay dualismo entre amor y conocimiento, palabra y silencio, acción y meditación. Dicho de otra forma, el camino interior no es una elección excluyente entre luz y fuego: entre la luz del conocimiento y el fuego del amor. La luz del conocimiento quema como el fuego del amor y éste, a su vez, es luminoso. El conocimiento desemboca en el amor y éste enciende nuestro conocimiento. Además, se ama aquello que se conoce. Convendría, sin embargo, no caer en la trampa terminológica, con una carga ideológica importante, de confundir amor con sentimiento, o peor aún, sentimentalismo. El amor del que habla el sufí no es sino una forma de referirse justamente a aquello de lo que no se puede hablar, que es la experiencia unitiva. El amor es por antonomasia unión.

Entrevista a Halil Bárcena, autor de El sufisme (Fragmenta editorial), por Pepa Torras Virgili .



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